50 años de la Visita del Papa Pablo VI a Colombia
La visita pastoral de Pablo VI a Colombia se realizó entre el 22 al 24 de agosto de 1968
Giovanni Battista Montini nació en el año 1897 en Concesio, una población de la provincia de Brescia, Lombardía. Fue el segundo de los tres hijos de Giorgio Montini, que era abogado, periodista, director de la Acción Católica y miembro del Parlamento de Italia, y de Giudetta Alghisi, perteneciente a una familia de la nobleza rural. Tuvo dos hermanos: Francesco Montini, que sería médico, y Ludovico Montini, que sería abogado y político.
El 30 de septiembre de 1897 fue bautizado con el nombre de Giovanni Battista Enrico Antonio Maria Montini. Asistió a la escuela Cesare Arici ―dirigida por jesuitas― y en 1916 recibió un diploma de la escuela pública Arnaldo da Brescia. Su educación fue interrumpida a menudo por episodios de enfermedad. En 1916, entró en el seminario de Brescia para convertirse en sacerdote, lo que finalmente logró el 29 de mayo de 1920, celebrando su primera misa en su pueblo natal, en la iglesia de la Madonna delle Grazie, que estaba cerca de la casa de sus padres.
Montini concluyó sus estudios en Milán con un doctorado en Derecho Canónico ese mismo año. Más tarde estudió en la Pontificia Universidad Gregoriana, en La Sapienza y, a petición del cardenal Giuseppe Pizzardo, en la Academia Pontificia Eclesiástica. En 1922 a la edad de 25 años, Montini entró a la Secretaría de Estado de la Santa Sede, donde trabajó junto con Francesco Borgongini Duca, Alfredo Ottaviani, Carlo Grano, Domenico Tardini y Francis Spellman.
En la mañana del 22 de agosto arribó a El Dorado, lo esperaba el presidente Carlos Lleras, el alcalde Virgilio Barco, el cardenal arzobispo de Bogotá Luis Concha Córdoba, que había gobernado hasta el 24 de mayo de 1967 y el administrador apostólico de la arquidiócesis de Bogotá, Aníbal Muñoz Duque.
"Un gozo íntimo y una trepidante conmoción invaden nuestro ánimo al ver que la Providencia nos ha reservado el privilegio de ser el primer Papa que llega a esta nobilísima tierra, a este cristiano continente, donde un día arcano comenzó a añadirse la altura de la Cruz sobre las cimas andinas y, en los viejos caminos de los chibchas [...] empezó a dibujarse la silueta de Cristo".
Bogotá, que entonces no era la metrópoli de ahora, fue transformada para su visita. Se construyó el Templete Eucarístico, Vínculo de Amor; las avenidas que lo circundan ahora como Parque Metropolitano Simón Bolívar: Calle 63 y 53 entre carreras 48 y 68; barrios como Paulo VI, parroquias y un largo etcétera.
El mismo día de su llegada se dirigió a la Catedral para un encuentro con obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y seminaristas venidos de todo Colombia y de los más apartados rincones del continente, pues a muchos de ellos los ordenó diáconos o presbíteros. En la Plaza de Bolívar fue aclamado y estrechado por miles de personas, le besaron las manos y recibieron bendiciones.
En la tarde, ya en el Templete, según un registro de prensa de la época, fue la ordenación de diáconos y presbíteros. Vale la pena anotar que ordenó un diácono permanente, pues era un brasileño casado de nombre Henrique Alexandre, de Porto Alegre. También a quien luego fue obispo de Villavicencio, Alfonso Cabezas, del Casanare. De los presbíteros se puede recordar al padre dominico Vicente Becerra, quien está hoy en la parroquia de Nuestra Señora de Chiquinquirá en Bogotá; Luis Antonio Nova Rocha, quien fuera obispo de Facatativá; Flavio Calle, arzobispo de Ibagué y Miguel Patiño, padre misionero monfortiano; más de 41 diáconos y 170 presbíteros de todo el continente.
El 23, viernes, viajó a Mosquera, al Campo San José, para la bendición de los equipos de la emisora Radio Sutatenza, y las nuevas instalaciones de la Asociación Cultural Popular, ACPO. Allí se reunió con campesinos de toda América. Se dirigió a los campesinos, hablando sobre la doctrina social cristiana y poniendo de relieve la opción preferencial evangélica de la Iglesia por los pobres. En este discurso resonó por primera vez en América Latina el grito del Vicario de Cristo contra la "violencia" y la "revolución".
El sábado 24 visitó el barrio Venecia, al sur de Bogotá, en la parroquia Santa Cecilia, donde celebró la eucaristía y dio la Primera Comunión a varios niños del sector, luego desayunó con los padres de éstos y visitó algunos enfermos. “Se escapó” y entró a varias casas del barrio Laguneta.
Posteriormente inauguró la II Conferencia general del episcopado latinoamericano en la catedral primada, y de ésta se dirigió por entre una delirante multitud que lo aclamaba y aplaudía, por la carrera séptima hasta la calle 78 con carrera 11 para bendecir la sede del CELAM (Conferencia Episcopal Latinoamericana). Por la tarde, en el templete eucarístico, bendijo matrimonios y posteriormente se digirió al aeropuerto para tomar el avión de regreso a la Ciudad Eterna. Sus últimas palabras de despedida, entrecortadas por la emoción, antes de abordar la nave, fueron: "¡No te decimos adiós, Colombia, porque te llevamos más que nunca en el corazón!".
En realidad, en un periplo tan apretado y breve como el que realizó el Papa su anhelada visita a Colombia, fue mucho lo que alcanzó a decir y hacer, pero sobre todo, fueron muy amplios los horizontes que trazó para el futuro de la Iglesia latinoamericana, que vino a tener uno de los momentos más fecundos para su renovación en la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, conocida como "Medellín", donde tuvo su sede y sesionó entre el 26 de agosto y el 7 de septiembre de 1968, bajo el importante tema de "La Iglesia en la actual transformación de América Latina a la luz del Concilio Vaticano II", cuyas conclusiones siguen incidiendo en la permanente revisión de la Iglesia latinoamericana.
Sin embargo, la razón inmediata que atrajo la presencia de Pablo VI a Colombia fue la celebración del XXXIX Congreso Eucarístico Internacional, que bajo el lema "Vínculo de amor", constituyó una fuente de renovación para la Iglesia colombiana y en particular para la arquidiócesis de Bogotá, que desplegó un gigantesco esfuerzo y una creatividad nunca antes vista, para reavivar y modernizar el espíritu de los católicos dentro de las recientes enseñanzas del Concilio Vaticano II. Por esta razón, en el breve discurso que pronunció en la Nunciatura Apostólica de Bogotá el 24 de agosto, para agradecer y felicitar a los organizadores del Congreso por las iniciativas que habían preparado y por haber llevado a cabo "estas inolvidables jornadas", el Papa apuntó al auténtico sentido de su visita a Colombia: "Bien sabemos que vuestras miras no se han detenido en las manifestaciones externas, habéis dedicado vuestro celo y entusiasmo mejores a disponer los espíritus para que el Señor tuviese no sólo homenajes de fe rendida ante el altar central del Congreso, sino también en cada corazón [...] Seguid trabajando para que se perpetúen los ideales y frutos del Congreso".
En Bogotá, en la parroquia Santa Cecilia, del barrio Venecia, se conservan los recuerdos de su visita. Existe un pequeño y singular museo con los elementos usados por el Papa: ornamentos, el cáliz, copón y patena; y la loza que usó en el desayuno que compartió con los padres de los niños que hicieron la Primera Comunión.